François Boucq: belleza convulsa

François BoucqTodo en sus viñetas permanece en tensión: el halago se transforma con rapidez en sarcasmo, la perspectiva tiembla al borde de la distorsión y los besos se convierten con naturalidad en mordiscos. Su dibujo es realista y también caricaturesco, sus mundos son épicos y por eso también ridículos, cómicos. Su visión es la del humorista y la del forense, llega al hueso y pincha, ríen las calaveras. Su trazo es fácil y exquisito y su locura metódica. Todos los burgueses llevan un tigre dentro que inunda de topos negros su ajustada ropa interior, Boucq lo sabe y lo ha contado mejor que nadie, primero con ironía y últimamente casi con cariño.

Supo cómo adoptar tonos más serios cuando colaboró con otros guionistas como Jerome Charyn, en La mujer del mago y Boca de diablo. Luego llegó Jodorowsky, con quien trabajó en dos largas sagas: Cara de Luna, una extraña metáfora ambientada en una sociedad donde se enfrentaban diversas facciones, y Bouncer, un western lleno de venganzas y personajes irrepetibles que alcanzó los seis álbumes. Mientras el guión se recreaba en los pasajes de violencia y destrucción, el dibujante añadía nuevos tramados a su ya barroco grafismo.

Boca de Diablo de Francois Boucq

También participó en Janitor y XIII Mystery: Coronel Amos. Pero nunca abandonó su obra personal, de un humor irónico, surrealista e intransferible. Episodios breves entre los que destacó la inimitable secuencia del beso y la verruga, una escena que ningún lector que la haya visto podrá olvidar jamás. De aquellas primeras anécdotas autoconclusivas surgió un héroe incierto, el gran Jerónimo Puchero, un apacible padre de familia aparentemente tranquilo que escondía sin embargo una fiera en su interior. Con el tiempo sus aventuras ocuparían álbumes completos. En ese mismo registro humorístico, dibujó Rock Mastard, una parodia de Indiana Jones.

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